FRANCIA: del movimiento social a la unificación de todas las fuerzas de progreso para construir otra sociedad

A finales de 2015 una gran parte de las fuerzas políticas de izquierda en Francia tomaban nota de  las dificultades en movilizar, en reunir las luchas que se expresaban de modo disperso en todo el país. Un balance del Frente de Izquierda, presentado como casi moribundo, reflejaba el fracaso de la construcción de una alianza mayoritaria para llevar adelante otra política. Era una situación donde pesaban los atentados, las medidas liberticidas tomadas por el gobierno con el estado de emergencia, la concesión de poderes desmesurados a las fuerzas policiales que permitía numerosos arrestos domiciliarios y una represión en aumento hacia  los militantes ecologistas o sindicalistas.

El debate sobre la reforma constitucional y la eliminación de nacionalidad para las personas acusadas de «delito de terrorismo» con doble nacionalidad y luego su posible extensión  para todo francés «condenado a un crimen o un delito que constituyera una ofensa grave a la vida de la nación», provocaron una fuerte indignación. Se trataba de someter a discusión no sólo las libertades públicas, asimilando la actividad política y militante al terrorismo, sino también las bases de funcionamiento del procedimiento penal y de la autoridad judicial, instituyendo la ruptura del principio de igualdad delante de la ley, yendo hacia derivas peligrosas, por ejemplo, como ampliar el concepto de legítima defensa para las fuerzas policiales.

A pesar de una situación en la que peligraba la permanencia del estado de emergencia, los numerosos movimientos procuraron expresarse y mostrar su oposición a la política llevada por el gobierno, a desafiar la represión. No era cuestión de someterse a las imposiciones de una política basada en  la estigmatización, la división, la represión. Así es como la celebración del 1º aniversario de los atentados contra Charlie Hebdo se hizo en oposición a las intenciones de Hollande con «la unión nacional», es decir una unificación del conjunto de la sociedad alrededor de los valores republicanos y de la bandera francesa, yendo más allá de las diferencias políticas: fue un fracaso monumental con la participación de algunos centenares de personas !

En cambio, nuevas formas de resistencia estaban constituyéndose en todo el país alrededor de la defensa de los valores de solidaridad y de justicia, como fue el caso del apoyo a los militantes políticos y sindicales perseguidos por rebelión en los procesos a los trabajadores de Goodyear o de Air France, o bien en respuesta a las medidas indignas e inhumanas adoptadas para los emigrantes, cuando su situación es consecuencia de las políticas de guerra llevadas por el gobierno francés en Siria, en Irak, en Mali, así como su implicación en la gran coalición imperialista de los países de la OTAN.

Hubo rupturas en el seno de la mayoría gubernamental, con la pérdida de una parte de sus aliados representados por el movimiento de los Verdes (EELV), con la creación de un movimiento ciudadano para combatir «el decaimiento de la República» y proteger las libertades fundamentales. Las disensiones fuertes también se expresaron en el seno de la derecha, entre Los Republicanos, con el debate sobre la revisión de la Constitución.

Se realizaron manifestaciones masivas desde principio de año: los agricultores, los taxistas, los camioneros, las industrias petroquímicas, las huelgas en la administración pública, los jubilados, las familias de alumnos y hasta la policía agotada por meses de trabajo continuo y de horas suplementarias no pagadas. Pero, es ante todo la Reforma Laboral que unificó todas las protestas contra este gobierno que, desde 2012, lleva una política liberal que sólo agravó las desigualdades, atizó los odios y cuestionó los derechos fundamentales.

 

Las movilizaciones contra la Reforma Laboral

La Reforma Laboral ha sido anunciada como una necesidad porque las protecciones sociales resultaban demasiado costosas para el empresariado que, de no aprobarse los cambios, impedirían las contrataciones y daría lugar a un crecimiento del paro. Un siglo de historia nuevamente en discusión,  las luchas de la clase obrera frente a una patronal que no dejó, desde 1945, de intentar quebrantar todas las experiencias y los derechos colectivos.

Asistimos a un retroceso lento de los derechos de los asalariados, a través de numerosas leyes, particularmente el ANI (Acuerdo Nacional Interprofesional) de enero de 2013 o la ley Macron de 2015, que reajustaban poco a poco el desequilibrio a favor del empresariado para que pueda aumentar sus ganacias, con el fin de las 35 horas, de nuevas condiciones para la patronal como decidir cuando comienza la semana y evitar así los aumentos de salario del trabajo del domingo, una flexibilidad todavía aumentada y disminución de las cotizaciones de los empresarios.

El movimiento de huelgas y de movilizaciones contra la ley de esta nueva Reforma Laboral se intensificó desde principios de marzo. Los movimientos de jóvenes, estudiantes y alumnos de instituto de segunda enseñanza se levantaron contra el futuro de precaridad que significaba este proyecto de ley, con la consigna «¡valemos más que esto!». La intersindical compuesta de 7 organizaciones mantuvo su determinación de ir hasta el final en la retirada de este proyecto de ley, arrastrando en la lucha a numerosos sectores de empresas públicas y privadas, yendo desde los trabajadores discontinuos del espectáculo a los parados y a los jubilados.

El movimiento «Nuit Débout» se organizó, desde el 31 de marzo, cada tarde delante de la estatua de la Plaza de la República en París, con sindicalistas, militantes, intelectuales, en el objetivo de unir el conjunto de las luchas que se expresaban en todo el país. Se inició como consecuencia del éxito de la película documental «Gracias Patrono» de François Ruffin y por su periódico alternativo Fakir –  orgulloso de su premisa «Enfadado con todo el mundo o casi» – que mostraba a los ciudadanos cómo era posible llevar acciones contra el patrono de un gran grupo como LVMH, que había desmantelado toda la industria textil del norte de Francia, y «dar miedo» al capitalismo.

Aunque el movimiento «Nuit Débout» recuerda en parte los indignados de España de hace algunos años, sus promotores se defienden de esta  comparación  afirmando que su creación no tiene nada espontáneo y que necesitó tiempo y mucho trabajo de organización para llegar a la forma que se concretó en la gran manifestación del 31 de marzo. El movimiento se desarrolló alrededor de reuniones diversas en el curso de las cuales ha sido lanzada la consigna «después de la manifestación, no vuelvo a mi casa». Es, a partir de ahí, donde nació el colectivo Convergencias de las luchas.

Se trata de un movimiento ciudadano muy heterogéneo, contestatario y no violento, en busca de nuevas formas de expresión, fuera del marco político o sindical tradicional por el cual expresa una desconfianza muy grande, algunos han participado particularmente en la campaña «no votaremos más al Partido Socialista». De la Plaza de la República en París el movimiento se extendió a una sesenta ciudades y otros sitios  en todo el país, en reacción al estado de emergencia, al ataque a las libertades, a las derivas de la seguridad pública, a la instrumentalization del miedo, al desmantelamiento del Código del trabajo, una forma de afirmar que no es el momento de la resignación.

La «Nuit Débout» tomó formas muy diversas a nivel local. Elaboró, por ejemplo, en París, en una comisión sobre el clima, un manifiesto sobre las cuestiones ambientales, quemuestra la necesidad de romper con el capitalismo que lleva a la destrucción del ser humano y del planeta. Plantea, entre otras medidas, la interrupción de las subvenciones a las energías fósiles, la salida de las nucleares, el desarrollo de una agricultura biológica, local y de temporada, el fin de la ganadería intensiva, el paso a los agro-combustibles, la interrupción del acaparamiento de las tierras, la reconversión de las industrias contaminantes, la de las industrias de armamentos que hacen a Francia uno de los principales promotores de guerras, o la de las industrias del automóvil para ir hacia más transportes públicos, la oposición al tratado CETA o TTIP, la paralizaciónj de los grandes proyectos inútiles…

En la ciudad de Rennes (en Bretaña) el movimiento se dedicó a las cuestiones democráticas que afectan a la sociedad hoy. Denunció el hecho de que todos los poderes han sido delegados y que no son guiados más por el interés general y elaboró propuestas que devolvían el pueblo al centro del debate político: supresión del artículo 49.3 de la Constitución que permite imponer una ley sin debate, transparencia total de la utilización de los fondos públicos por los elegidos y el gobierno, necesidad de una representación del 70 % de presentes a la Asamblea Nacional para votar las leyes, contabilización de los votos blancos en los sufragios, formación para la vida pública para todos y a todas las edadades…

Lo que muestran las movilizaciones del movimiento sindical, del movimiento político, de todos estos sectores de la sociedad en resistencia y su encarnizamiento para imponer la retirada de la ley de reforma del mercado laboral, es que una gran parte de la población no soporta más esta política liberal llevada por este gobierno socialista. Éste continúa mostrando su desprecio ante una gran parte de la sociedad que rechaza el deterioro de sus condiciones de vida y se aferra a una política que sirve sólo a los intereses de algunos contra el interés común. Así es como nuestros dirigentes intentan impedir, por todos los medios, el debate del proyecto de ley en el parlamento, contra el cual un sector de los diputados realizaron 5000 enmiendas, un récord, y van a imponerlo por la fuerza con el articulo 49.3.

Frente a la inflexibilidad del movimiento social, este gobierno declaró la guerra a la CGT acusando a los sindicalistas de ser «secuestradores», comparándolos con delincuentes y terroristas, y utilizó una estrategia de cerco porparte de las fuerzas del orden, poniendo en marcha una violencia inaudita contra los manifestantes.

Este gobierno muestra, por otro lado, toda su impotencia frente a la amplitud de la contestación, la de la calle como la que existe en su propio campo político o el de sus aliados, como lo expresa la división del grupo ecologista en la Asamblea Nacional. No reconoce la realidad de las movilizaciones, particularmente la participación de la del último 14 de junio (más de un millón de personas), que tienen lugar ahora, sin interrupción, desde hace casi cuatro meses.

Reafirmando que no hay alternativa a la línea que defiende – como lo recordaba Margaret Thatcher en su tiempo: » There is no alternative «-, Hollande muestra bien en que campo se sitúa, el del capitalismo y los patronos  que no vacilan en recordar que «¡son ellos los que crean la riqueza!» La socialdemocracia no existe y no hay más posibilidad hoy para una tercera vía entre el capitalismo y el progreso hacia el socialismo . Asistimos a un enfrentamiento entre dos concepciones opuestas de la sociedad, en un contexto de lucha de clase exacerbada. El ejemplo de la movilización de la burguesía del distrito 16 de París contra la creación de un centro para la gente sin hogar muestra bien la amplitud del odio de clase que se expresa en el país y el desprecio profundo por la clase obrera, las capas más pobres de la población y los barrios populares.

 

La discusión en los partidos políticos

A pesar del estado de emergencia y el agravamiento de la violencia policial, el movimiento continuó, recogiendo un apoyo importante de la población, mientras que los medios de comunicación planteaban que las huelgas y las manifestaciones estaban sofocándose. Es hoy el movimiento social el que da fuerza s los partidos políticos de izquierda y que interviene en la profundización de la crisis del Partido Socialista. Así es como se dio a conocer un comunicado común, firmado por diez organizaciones políticas de izquierda – entre los cuales estaba EELV, Nouvelle Donne, Nueva Izquierda Socialista, Partido Comunista francés, Partido de Izquierda, Ensemble -, expresando su determinación con ir más lejos de las huelgas y las movilizaciones, denunciando los ataques a los sindicatos, reivindicando el derecho a manifestar y la voluntad de perseguir el movimiento mientras la ley no sea retirada.

Es también la amplitud del movimiento social y los objetivos políticos que representa que contribuyeron el 1 de mayo a la salida de la «Llamada de los 100», firmado por conocidos políticos, sindicalistas, cuadros de la universidad, intelectuales, responsables de asociaciones, artistas, para «favorecer la irrupción ciudadana y construir la alternativa», abrir el debate sobre la transformación necesaria de la sociedad y sobre la alianza de todas las fuerzas de progreso alrededor de la elaboración de medidas urgentes que serían la base común de candidaturas unitarias en las perspectivas de las próximas elecciones.

Los partidos políticos son parte fundamental de la movilización y el movimiento social está en el centro de todos los debates en la estrategia de construcción de un frente común para cambiar la sociedad. Lo vimos en la preparación del 37º Congreso del PCF a principios de junio, donde se hicieron discusiones importantes alrededor de la situación política actual y  de la estrategia de las primarias de la izquierda para las elecciones presidenciales de 2017. Esta cuestión necesitaba ser clarificada: ¿primarias para un segundo mandato del candidato Hollande como planteaba el Partido Socialista, argumentando que si no se asistiría a la desaparición de la izquierda en las próximas elecciones frente al avance de la derecha y de la ultraderecha? ¿O tomar una posición firme contra Hollande y a todos quienes sostienen su política, reconstituyendo una fuerza a la izquierda extendida a todas las organizaciones que quieren construir una sociedad anticapitalista?

El debate fue agrio sobre esta cuestión en el Partido Comunista, donde junto al texto de orientación de la dirección para el congreso – que recogió el 51,2 % de apoyo -,  otros cuatro textos alternativos vieron la luz. Uno de ello se situaba en la defensa de la experiencia del Frente de Izquierda y del programa de 2012  para establecer un proyecto político común que lleve a una candidatura única para las elecciones de 2017. El resultado de las discusiones llevadas en el congreso fue la salida de un texto reformado «¿Qué Francia queremos?», aprobado por más del 71 % de los participantes y que intentó responder a cinco cuestiones centrales: la refundación democrática de la República, la lucha contra el paro, la refundación social de Europa, la lucha contra las finanzas, la construcción de otro modelo de sociedad.

El congreso efectivamente se apoyó en la experiencia que representó el Frente de Izquierda para construir un nuevo «Frente Popular y ciudadano», incluyendo las movilizaciones sociales y los movimientos de construcción ciudadana, todos los componentes de la izquierda – política, sindical, asociativa – incluido el lanzamiento de una llamada a Jean-Luc Mélenchon para integrar esta concepción colectiva, con el fin de crear una dinámica política nueva para otra sociedad liberada del capitalismo y de sus formas de explotación.

Hubo pronunciamientos sobre  » la necesidad de lanzar un proceso de transformación social basado en las luchas, la batalla de ideas y la conquista de poderes», la reafirmación del papel del partido para poner en movimiento al pueblo para invertir la relación de fuerzas y la revisión de sus prácticas para poder construir con la mayoría de la población. En su discurso de cierre, Pierre Laurent, reelegido secretario nacional del PCF, puso: «el comunismo no es la utopía del siglo XIX, no es la ideología del siglo XX, el comunismo es el movimiento de este siglo XXI».

Es en este marco de discusión que se hizo una crítica a Jean-Luc Mélenchon que en febrero lanzó su movimiento «Francia Insumisa» y presentó su candidatura a las elecciones presidenciales de 2017 (JLM2017), aparte de todo partido político – pero sostenido por el Partido de Izquierda-, sin haber consultado a las formaciones del Frente de Izquierda. Existe un profundo desacuerdo sobre este modo de hacer, más aun cuando la Marcha de los Insumisos que lanzó en París coincidía con el fin de semana del congreso del PCF. Por otro lado ciertas propuestas hechas por Mélenchon necesitarían una profundización política del debate, su plan B para Europa y  la salida de la Unión Europea, el rechazo al Tratado Transatlántico (TTIP) con argumentos puramente chauvinistes o  su concepción del eco socialismo.

El movimiento social mostró, sin embargo, la existencia de una base importante de fuerzas capaces de movilizarse alrededor de la batalla de ideas y de las cuestiones de la transición política, ecológica, social y cultural. Las debilidades de los partidos de izquierda se encuentran siempre hoy en su falta de concebir otra alternativa al proceso electoral. Las elecciones demostraron hasta ahora sus límites democráticos, con candidatos elegidos que representan apenas el 10 % de los sectores oprimidos, que jamás siguen el programa para el cual han sido elegidos, y no pueden ser, sobre todo en este contexto, un fin en sí.

La situación política actual necesita un Frente de las fuerzas de izquierda y de progreso lo más amplio posible, no sólo para participar en un proceso electoral que puede permitirle obtener  un cierto número de representantes, lo que es importante por supuesto, sino para movilizar a la población alrededor de un programa y de acciones que tomen en consideración las necesidades vitales dela mayoría en relación al empleo, al acceso a la salud, a la cultura, que desarrollen otra concepción de la vida y de la sociedad, un nuevo reparto de la riqueza que permita comenzar a invertir la curva de las desigualdades.

El movimiento social y las acciones de «Nuit Débout» mostraron toda su importancia como nuevas formas de expresión ciudadana. Mostraron su capacidad de desarrollar ideas que pueden servir para cambiar la sociedad. Es por eso que los partidos políticos deben tener en cuenta estos movimientos, cederles un espacio a su lado y aceptar poner en el centro del debate el análisis crítico de la política de los partidos de izquierda, el funcionamiento de los aparatos y las prácticas antidemocráticas, que roban la palabra de la mayoria para satisfacer intereses individuales. Así, uniendo todas las fuerzas, políticas, sindicales, asociativas y ciudadanas, será posible crear una fuerza nueva para una sociedad liberada del capitalismo y de todaslas formas de guerra que engendra.

4 de julio de 2016