Las movilizaciones en Francia contra la reforma de las pensiones demuestran el alto nivel de rechazo que existe dentro del movimiento obrero y del conjunto de las masas. Millones se manifestaron en todas las grandes ciudades, pero también en pueblos más pequeños y zonas rurales, donde nadie esperaba ver tanta gente en las calles, incorporando a personas que se manifestaban por primera vez en su vida.
El frente sindical, con la unificación de las 8 organizaciones más importantes para oponerse a la ampliación de la edad de jubilación a 64 años, representó el elemento más importante de esta primera parte de la batalla. Esta unidad no existía desde hace 13 años a nivel nacional. Fue el resultado de la presión de la vanguardia obrera y de los trabajadores que expresaron un descontento general contra esta reforma injusta e injustificada y contra todas las medidas regresivas de este gobierno.
Esta lucha también mostró que los temas planteados por los huelguistas y los manifestantes iban mucho más allá de la sola reforma de las pensiones. Como en 2019 durante la lucha de los chalecos amarillos, son movilizaciones sociales las que hoy cuestionan el constante deterioro de las condiciones de vida y de trabajo: implementación de nuevos métodos de gestión impuestos por los empresarios, basados en el desempeño, uberización de relaciones laborales, pérdida de puntos de referencia para el teletrabajo, pero también ruptura de los servicios públicos, subida de precios, inflación, imposibilidad de vivienda digna, agudización de las desigualdades sociales y la pobreza, inacción climática.
Una reforma violenta contra los trabajadores
Esta reforma ha cristalizado todo el descontento, de trabajadores del sector público y privado, jubilados, jóvenes, mujeres, contra una política liderada por Macron y su gobierno que siempre va en la misma dirección: estigmatizar a las personas que trabajan duro, en condiciones dolorosas, aquellas en primera línea que fueron aplaudidos durante la covid y que no han visto ninguna mejora concreta en sus condiciones de vida, los que se ven obligados a trabajar aún más, sin preocuparse de su opinión y sobre todo de su derecho a disfrutar de una merecida jubilación con buena salud.
Se suma a la reforma del seguro de desempleo que entró en vigor el 1 de febrero de 2023 y que, con una reducción del gasto en prestaciones de unos 4.500 millones, disminuyó repentinamente el número de beneficiarios de indemnizaciones en un 12%, algo más de 300.000 personas. Estas dos reformas que el Gobierno quiere poner en marcha de forma acelerada, el seguro de desempleo y las pensiones, prevén un ahorro de 17.000 millones de euros para 2027.
Este gobierno nos dice que si no actuamos ahora, nuestro sistema de pensiones va camino a la quiebra, que tenemos que trabajar más para tener pensiones más altas, que esta reforma será más justa que antes, en particular para las mujeres. ¡Todo es falso! El sistema tuvo un superávit de 3.000 millones de euros en 2021, las previsiones supuestamente científicas se basan en un déficit que debería producirse en 25 años. De hecho, el objetivo principal es desmantelar nuestro sistema de seguridad social basado en la solidaridad, un sistema que fue establecido en 1945 al final de la guerra, por un comunista electo Ambroise Croizat.
Durante los dos años de covid, el Gobierno facilitó a empresarios y empresas ayudas económicas y exenciones de cotizaciones, del orden de los 157.000 millones de euros en 2021, que pretende recuperar sin recurrir a las subidas generalizadas de impuestos. Para preservar los sectores económicos más importantes, los que más recursos tienen y obtienen ganancias indecentes que se transforman en dividendos para sus accionistas –más de 80.000 millones de euros se distribuyeron en 2022 a los accionistas de las empresas CAC40–, este gobierno tomó la opción política para crear un nuevo impuesto sobre el trabajo y los empleados. Aumentar la jornada laboral mediante la ampliación de la edad de jubilación le permitirá aumentar las cotizaciones en dos años más,
No tiene en cuenta en absoluto a las personas que, a partir de los 50 años, se ven rechazadas y despedidas porque se habrían vuelto poco rentables o demasiado caras, y que al final de sus carreras se encuentran sin trabajo y sin pensión, en gran precariedad, con sólo recursos mínimos sociales. Tampoco tiene en cuenta la realidad del trabajo de las mujeres que tienen la mayor parte de los trabajos precarios, con salarios muy por debajo de los de los hombres. Un gran número de ellas no pueden reclamar una pensión completa ni siquiera a los 64 años y tendrán que trabajar hasta los 67 años o más para tener derecho a una pensión que les permita vivir con dignidad.
Esta reforma de pensiones es la gota que colmó el vaso, sobre todo porque todos los argumentos invocados por este gobierno no tienen una base sólida, clara, basada en cifras plenamente comprobables. Así lo demostró el debate en la Asamblea Nacional donde el Primer Ministro y el Ministro de Trabajo no pudieron aportar los elementos para convencer de que había una urgencia de legislar y de cómo la reforma iba a significar un avance.
Por el contrario, los diputados de la Nueva Unión Popular Ecológica y Social (Nupes), al ir a buscar las cifras donde estaban, es decir en la Dirección de Servicios de Seguridad Social, desmontaron las mentiras del ministro de Trabajo Olivier Dussopt. De los 2 millones de franceses que cobraban el salario mínimo (smic) con carrera completa, que según él deberían beneficiarse de una pensión de 1.200 euros brutos, descendió a 125.000, luego a 40.000, reduciéndose finalmente esta cifra a 13.289 personas según a las cifras dadas por los servicios en cuestión!
La importancia de la unión y la unidad política
Los sindicatos en Francia se han visto debilitados durante treinta años por la desindustrialización, las deslocalizaciones vinculadas al coste de la mano de obra, pero también por la reducción de los servicios públicos y la precariedad de los puestos de trabajo. Ya no tienen la fuerza que tenían antes en sectores como la metalurgia, el automóvil o el ferrocarril, aunque los trabajadores de estos sectores siguen representando un peso importante en las huelgas y movilizaciones.
Esta situación ha hecho que las grandes organizaciones nacionales hayan perdido parte de su representatividad, tanto en el sector público como en el privado, con una importante reducción del número de afiliados que les ha llevado hacia formas de competencia entre ellas y burocratización, en lugar de defender intereses comunes.
La situación es bastante diferente a nivel local. Es allí donde se pueden encontrar organizaciones capaces de oponerse a las concesiones de las organizaciones nacionales y ejercer una fuerte presión sobre sus federaciones para obligarlas a luchar, ya no sólo por mejores salarios o condiciones de trabajo, sino contra las injusticias, las desigualdades, las consecuencias nocivas de la sistema capitalista en cuanto al medio ambiente, estando más en contacto con las realidades que viven los trabajadores y actores del campo.
Los avances tecnológicos también han supuesto un cambio importante en el mundo del trabajo, hacia una sociedad de servicios y del sector terciario. La uberización ha transformado al personal asalariado en trabajadores independientes, sin contrato de trabajo y sujetos a un patrón, y el teletrabajo ha cortado todas las relaciones colectivas.
Estas nuevas formas de alienación en el trabajo han desarrollado una conciencia mucho mayor de la necesidad de vincular los problemas sociales con los problemas políticos y ecológicos. Esto se expresa de diferentes maneras, por el hecho de que cada vez más personas cuestionan el significado del trabajo y el lugar que ocupa en la sociedad, pero también en nuevas acciones. Es el caso de la movilización de trabajadores en plataformas digitales, choferes de VTC o repartidores de comida, que han creado su propio sindicato para obtener derechos y que en algunos lugares se han organizado en cooperativas.
Hoy la unidad sindical a nivel nacional se ha impuesto desde abajo. Es sumamente importante crear un equilibrio de poder para ganar la batalla contra el desmantelamiento de todo el sistema social y la destrucción de todo lo conquistado por los trabajadores. Se ha logrado la unidad de los 8 sindicatos más grandes en esta lucha por mantener nuestro sistema de pensiones como está. Se llevaron a cabo huelgas y manifestaciones en toda Francia y mantuvo su alto nivel de movilización durante todo este período.
Pero este éxito también viene del apoyo activo de los partidos políticos de izquierda, en las calles y en el debate en la Asamblea Nacional, que han permitido amplificar las movilizaciones con la incorporación de jóvenes de colegios, liceos y universidades. , docentes, sectores artísticos y culturales, y en algunos lugares artesanos, comerciantes, pequeños agricultores.
Las jornadas de marzo y la profundización de la lucha
Las jornadas de marzo necesitarán mantener la unidad con acciones más contundentes que hasta ahora. La intersindical llamó a otras formas de lucha con el cierre del país y la focalización de puntos de bloqueo en la economía. La CGT, por su parte, se pronunció a favor de huelgas con bloqueos de refinerías, ferrocarriles o el metro de París. Solo con el debilitamiento del poder económico será posible crear un nuevo equilibrio de poder para hacer retroceder al gobierno.
Los debates sobre el proyecto de reforma, que no logró llegar a su fin en la Asamblea Nacional, ahora tendrán lugar en el Senado, en su mayoría ultraliberales. Pero los diputados de NUPES ( la izquierda liderada por Melenchon) han confrontado, a veces de forma violenta, para desmontar los fallos de la reforma y las mentiras de los ministros apoyándose en la resistencia enorme de la población. Esto ha creado un gran malestar entre algunos de los diputados de derecha, que tienen que hacer frente a una suma de ira en sus electores que no habían previsto, lo que los enfrenta a su papel como funcionarios electos y cuestiona su apoyo a esta reforma.
Todos los que toman acción en las calles dicen: ¡No a la ampliación de la edad legal de jubilación de 62 a 64 años! ¡No a esta reforma que no trae mejora para la población sino un retroceso total!
Otros países de Europa ya se han llevado la peor parte de estas transformaciones políticas y sociales y ahora observan que la ampliación de la edad de jubilación, que en algunos países se ha votado más allá de los 67 años, sólo ha traído consigo un aumento de la precariedad y la pobreza para un conjunto sector de la población.
Es necesario continuar la lucha en la mayor unidad posible, ya sea en los sindicatos o en los partidos políticos de izquierda, y seguir demostrando que otros financiamientos son posibles para mantener las condiciones de una jubilación justa y solidaria. Debemos gravar a los más ricos, las grandes ganancias de las corporaciones. Para aumentar el volumen de las cotizaciones sociales, es necesario aumentar los salarios, imponer buenas condiciones laborales a todos con un nivel idéntico de cotizaciones para todas las empresas, igualar los derechos, en particular, pagar a las mujeres al mismo nivel que a los hombres. Hay que reducir el tiempo de trabajo para que los más jóvenes puedan tener trabajo, para que los que tienen un trabajo difícil puedan jubilarse a los 60 años y con la pensión completa, independientemente del número de trimestres realmente completados. Es necesario imponer a través de las luchas medidas de transformación social que sean beneficiosas para todos.