La subida de los impuestos sobre los carburantes fue el disparo del movimiento de los Chalecos Amarillos a mediados de noviembre, la pequeña gota que hizo rebasar la cólera de las clases populares, las más afectadas por el crecimiento de las medidas de austeridad del gobierno de Emmanuel Macron. Sus acciones, a menudo inéditas, su diversidad, su determinación, su extensión hacia otros sectores en lucha, su evolución hacia reivindicaciones de interés general, pero también su desconfianza hacia los partidos y los sindicatos y, en general, hacia el conjunto de los políticos, aportan cuestiones nuevas en cuanto al futuro y un cambio de la sociedad.
En pocas semanas el movimiento tomó una amplitud enorme, apoyado por una mayoría de la población que veía esta rebelión como legítima a pesar de la violencia y la intervención de grupos provocadores cuyos acciones fueron muy destacadas por los medios de comunicación. Este movimiento partió del rechazo al aumento del precio de la gasolina para llegar rápidamente a exigencias de justicia social, de justicia fiscal, de justicia democrática, de justicia ecológica. Movilizó, inmediatamente, a los alumnos de la escuela secundaria contra las reformas de la educación donde destaca la desigualdad y el elitismo que penaliza a los jóvenes de los barrios populares, los jubilados afectados en su poder adquisitivo por los impuestos suplementarios sobre sus pensiones, así como sectores en lucha contra la eliminación de puestos dse trabajo, los cierres de empresas, la precariedad de las condiciones laborales.
Un movimiento con nuevas formas de acción
Este movimiento comprendió rápidamente que para ser oído debía desarrollar acciones nuevas que paralizaran el país, atacar los aspectos económicos y financieros, a los símbolos de la economía de mercado. Así es como se llevaron a cabo acciones contra los que poseen fortunas, con bloqueos en la gran distribución, en los sectores del comercio de lujo, los grandes bancos, las multinacionales que contaminan el ambiente y el planeta. Tomó por asalto las rotondas, los peajes de autopista, bloqueó las vías de circulación y posibilitó el acceso gratuito a todos.
Mientras que Emmanuel Macron defendía los impuestos sobre los carburantes como una medida supuesta legitima para responder a las urgencias del calentamiento climático, los Chalecos Amarillos le respondieron que este impuesto debía ser pagado por los grande contenedores, aumentan la polución con sus emisiones de CO2 y desarrollan enfermedades graves en la población. Respondieron demostrando que la transición ecológica no se hará sin transición social.
Este movimiento puso en cuestión el funcionamiento de una sociedad injusta y no igualitaria que favorece a los ricos en detrimento de los más pobres, que no responde más a los principios definidos por los valores de la República -libertad, igualdad, fraternidad-, un slogan que figura en todas partes, en las fachadas de los ayuntamientos y de los edificios públicos, que no quiere decir nada más en una sociedad donde las libertades se burlan, donde la solidaridad no existe y donde la gente se siente despreciada y profundamente atacada en su dignidad.
Emmanuel Macron, llevó desde que es presidente, una política brutal de reformas a todos los niveles que sólo benefició a las empresas y a los más ricos, que aumentó la miseria social: destrucción del código del trabajo, reducción de las ayudas a la vivienda, destrucción del alojamiento social, retroceso en la protección social, banalización del Estado de emergencia, desarrollo de leyes represivas contra la inmigración, sin contar las reformas que están en proceso y que apuntan al desmantelamiento de la administración pública y al dominio de la sociedad por los capitales privados.
Este movimiento de los Chalecos Amarillos, en su gran diversidad y sus contradicciones, expresó, muy claramente, objetivos que fueron más allá de la movilización inicial debido a la dinámica colectiva. Adoptaron reivindicaciones mucho más amplias que toman en consideración la necesidad del aumento del salario mínimo, de su revalorización, de la limitación en la subida de los alquileres, de la vuelta al impuesto sobre las grandes fortunas. También puso bases políticas para un nuevo funcionamiento democrático con el referéndum de iniciativa ciudadana, la sustitución del Senado por asambleas de ciudadanos, la refundación de la República.
Movilizaciones fuera de los partidos y los sindicatos
Los Chalecos Amarillos cogieron desprevenidos a los partidos políticos y los sindicatos. Durante meses, los sindicatos movilizaron a la clase obrera y los asalariados, hicieron huelgas para impedir las reformas a la ley del trabajo, para reivindicar más poder adquisitivo y más justicia social, sin conseguir nada de este gobierno. Este nuevo movimiento, sin reivindicarse de ningún partido político, rechaza el sistema capitalista y propone medidas que avanzan hacia un programa de reivindicaciones comunes para todos.
Los Chalecos Amarillos no salen de la nada, son el resultado de las luchas políticas y sindicales que se efectuaron anteriormente y que continúan expresándose por todas partes en Francia. Pero, las acciones que realizan demuestran una libertad de funcionamiento que no tienen los partidos de izquierda o los sindicatos, que se dejaron arrastrar por su consigna de voto «Macron contra Le Pen» a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de 2017.
Hoy los sindicatos no tienen la capacidad de aliarse a este tipo de movimiento a causa de su funcionamiento vertical y burocrático, mientras que los Chalecos Amarillos son una expresión horizontal, democrática y solidaria. Hacen en la calle la experiencia de un ejercicio de poder que tiene en cuenta de la opinión de todos, donde las decisiones son tomadas mayoritariamente en asambleas populares, pareciéndose mucho más a las formas de expresión desarrolladas en su tiempo por Nuit Debout. Rechazan tener representantes para no ser utilizados y defienden la consigna «Poder del pueblo, por el pueblo, para el pueblo», proclamando que si tienen portavoces deberán ser apolíticos, no sindicados e íntegros.
La convergencia de las luchas, que es una necesidad en el contexto actual para construir otra sociedad más igualitaria y más democrática, que cubra las necesidades de la mayoría de la población, va a ser muy complicada de llevar adelante si los partidos de izquierda y los sindicatos no cambian su visión y su funcionamiento. La desconfianza persiste hacia las direcciones y el aparato sindical mientras que militantes políticos y sindicales, así como militantes asociativos, están participando con los Chalecos Amarillos. La CGT convocó un día de huelga y de manifestaciones el 14 de diciembre que no tuvo el resultado esperado, aunque algunas aproximaciones e intercambios se efectuaron entre ambos sectores. Por otro lado los responsables de las confederaciones sindicales quisieron hacer una declaración común sobre el movimiento tres semanas después de que hubiera comenzado, pero no hubo allí tampoco unanimidad.
Los Chalecos Amarillos es un desafío para los partidos políticos, sean de derecha como de izquierda. La extrema-derecha trató de infiltrarse en el movimiento en su inicio movilizando pequeños grupos nacionalistas, racistas y xenófobos pero suspendió el intento desde que el movimiento se situó con reivindicaciones de justicia social y de revalorización del salario mínimo a las cuales se opone. Algunos han llamado a la constitución de listas Chalecos Amarillos para las elecciones europeas, pero esto no tiene ninguna posibilidad de concretarse con gente que, en su gran mayoría, no vota más o nunca voto, y menos para una elección donde se da la mayor abstención. Se trata más bien de intentos de dispersión y de división del movimiento.
Los diputados de los partidos de izquierda (Partido Comunista, Francia Insumisa, Partido Socialista) depositaron una moción de censura y pidieron un voto de la Asamblea nacional para aprobar o no al gobierno porque la confianza con el pueblo se había roto. Esto ha sido rechazado, por supuesto, pero la crisis política es inmensa para Macron y el conjunto de su gobierno. Hay intentos de la izquierda para incorporar a las listas de las elecciones europeas a representantes del movimiento de los Chalecos Amarillos. En las condiciones actuales donde las divisiones partidarias son manifiestas, donde las posiciones son a veces opuestas sobre la cuestión de Europa, llegar a una estructuración unitaria resulta muy utópico.
La impostura de las medidas de Emmanuel Macron
Frente a la presión de los Chalecos Amarillos y después de un silencio estruendoso de varios días y declaraciones que repiten que no volvería sobre la anulación del impuesto sobre la fortuna, Emmanuel Macron tomó la palabra el 10 de diciembre para presentar sus medidas que pretendían favorecer el poder adquisitivo así como la apertura de un gran debate nacional previsto de enero a marzo de 2019.
Las medidas anunciadas son de un cinismo increíble y no van a hacer que atizar todavía más la cólera del movimiento. ¡El aumento del salario mínimo de 100 euros no deberá gravar las cuotas de los empleadores ya que será pagado por la colectividad, por nuestros impuestos! No se trata de un aumento verdadero del salario mínimo sino de la prima de actividad. La que de hecho es una asistencia social bajo condiciones de recursos pues no es para todos y no cotizará para las pensiones.
Los objetivos de Macron no cambian: no se plantea ningún esfuerzo a las empresas si no al contrario se las premiará con nuevas exoneraciones de cotizaciones sociales y el crédito de impuesto, es decir más o menos 40 mil millones. ¿Y dónde están las creaciones de puestos de trabajo que debían compensar estos regalos fiscales? Mientras que se asiste hoy a despidos diarios por todas partes, que las grandes empresas tienen enormes beneficios (más de 93 mil millones en 2017), que la corrupción y las malversaciones florecen a todos los niveles, que la fuga de capitales hacia el extranjero continúe a pesar de la desaparición del ISF (Impuesto sobre la fortuna), estas medidas son sólo una gran impostura. Las horas suplementarias serán exentas de impuesto y cargas. Algunas grandes multinacionales declararon que no pagarán ningún sobresueldo a sus asalariados, poniendo en marcha inmediatamente movimientos de huelga como en el caso de Apple que acaba de obtener millones de beneficios.
Emmanuel Macron no previó nada para mejorar la situación de los empleados de la administración pública, aparte de su desmantelamiento anunciado por su plan CAP 2022. Esto puso en marcha un movimiento muy fuerte entre los policías para exigir aumentos de sueldo inmediatos y el pago de sus horas suplementarias que el Estado olvidó desde hace meses. Obtuvieron respuesta inmediata ya que el gobierno necesita su apoyo y su presencia en todos los frentes, para usar su acción contra los manifestantes y detener miles de personas que quieren, en su mayoría, expresarse pacíficamente. Puso en marcha una represión sin precedentes que se desplegó en toda Francia, particularmente en París, con el objetivo de imponer silencio a la contestación, de intimidar a la gente que resiste en la calle.
El sistema capitalista está en descomposición plena. El gran debate anunciado muestra la voluntad de una recuperación de la situación, de devolver el orden y, sobre todo, de no discutir las reivindicaciones propuestas por los Chalecos Amarillos. Se nota en el endurecimiento de los medios de comunicación frente a este movimiento que expresó su voluntad de continuar la lucha hasta el finas, hasta la satisfacción plena de sus reivindicaciones, que incluye la dimisión de Macron.
Este gran debate anunciado debería hacerse de enero a marzo alrededor de varios temas: la transición ecológica, la fiscalidad, la organización del Estado, la democracia y la ciudadanía, la inmigración. ¡Cuando un Presidente de la República repite desde su elección que no cambiará nada en su línea de conducta y muestra su desprecio a la gente avanzando en sus reformas cueste lo que cueste, podemos dudar de los objetivos de este debate y lo que va a salir de eso!
Esta experiencia de los Chalecos Amarillos se extendió en varios países de Europa como en Bélgica, en Alemania, en España y hasta Israel, Turquía y Egipto. Es la expresión del rechazo de la miseria, de la necesidad de un reparto justo de las riquezas que permita a todos vivir con dignidad. Es hoy difícil de prever que pasará con este movimiento, que cambios determinará en Francia y en Europa, pero sí hay una certeza: de ahora en adelante nada será más como antes.