Las elecciones en Nicaragua de noviembre de 2021 significaron un triunfo del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) con un 75 % de los votos válidos y la participación de centeneras de observadores electorales y periodistas de todo el mundo, incluido de Estados Unidos y Canadá que han podido verificar el desarrollo de este proceso electoral. Y, sobre todo, constatar la intervención de un pueblo consciente del significado histórico de esta elección.
Había dos proyectos en disputa: el primero, profundizar y consolidar un modelo de desarrollo con inclusión social, vigente desde que los sandinistas regresaron al gobierno por votación, en 2006. El segundo, el proyecto de sumisión al neoliberalismo de los 5 partidos políticos de oposición.
No fue una elección más. Esto se debe a que Nicaragua ha sido cada vez más acosada y atacada por Estados Unidos y sus súbditos, como España, Canadá, Costa Rica, la Unión Europea en su conjunto. No se pueden considerar normales, para el imperialismo, procesos electorales en los que sus opositores salen victoriosos, como es el caso de Daniel Ortega, sobre todo por las políticas que viene implementando en el país, opuestas al neoliberalismo, que ya habían tenido su oportunidad cuando Violeta Chamorro ganó las elecciones de 1990 y destruyó todas las políticas públicas de carácter socialista implementadas por el sandinismo luego del triunfo de la Revolución Popular, el 19 de julio de 1979.
En el desastroso período neoliberal de tres mandatos, los tres presidentes respaldados por Estados Unidos – Chamorro, Alemán y Bolaños – desmantelaron el sistema de educación pública gratuita, con el efecto inmediato de volver al analfabetismo que había sido erradicado por la Revolución Sandinista, poco después de comenzar, a través de la Cruzada contra el Analfabetismo, aplicando la metodología desarrollada por el brasileño Paulo Freire. Hubo recortes radicales en las inversiones en educación pública, suspendiendo la contratación de maestros, favoreciendo a las escuelas privadas, incluidas las religiosas.
Hubo también un freno absoluto a las inversiones en salud pública, cuyo resultado fue que, para quienes podían pagar existían clínicas privadas, mientras que el resto de la población tenía que acudir a los hospitales públicos, sin inversiones, sin contratación de personal de salud adecuado.
Fue la continuación de la guerra de la contra. Los indicadores en salud y educación se desplomaron, desempleo masivo, mendicidad y aparición de enfermedades que ya habían sido erradicadas.
Los sandinistas volvieron al poder por medio del voto porque, después de la derrota, en lugar de pasividad, incredulidad y desilusión en las masas, desde la elección de los presidentes neoliberales hasta las elecciones amañadas y manipuladas por Estados Unidos, el FSLN continuó su lucha contra el neoliberalismo colonial que estaba destruyendo Nicaragua.
La solidaridad de Cuba y Venezuela
Desde 2007, el país ha vuelto a dar prioridad a las políticas públicas para reconstruir, una vez más, la educación gratuita y universal, la salud pública gratuita, con el apoyo de Cuba, que capacitó a cientos de médicos nicaragüenses en la Escuela Latinoamericana de Medicina de La Habana.
“El estado mínimo” neoliberal había traído apagones durante horas y horas en toda Nicaragua, y, en este momento fue decisiva la ayuda solidaria de la Venezuela bolivariana, que, de la mano de Hugo Chávez, instaló varias plantas de producción de energía eléctrica, trayendo la normalidad, quitando al país de las tinieblas promovido por el neoliberalismo.
Con el gobierno sandinista Nicaragua da un giro en su política exterior y es atacada por la OEA, una especie de ministerio colonial estadounidense. Sin salir de la OEA, Nicaragua se suma al Alba, Celac, Telesur, desarrolla amplias relaciones con varios países del mundo, no solo con Venezuela y Cuba, sino también con Rusia, con quien mantiene una excelente relación en diversos campos, entre ellos en defensa. Se pueden ver 200 nuevos autobuses que Rusia donó a Nicaragua circulando por Managua.
El modelo inclusivo
Las inversiones estatales, bajo el sandinismo, priorizan las políticas públicas que se traducen en un aumento de las condiciones de vida concretas de los nicaragüenses. Hubo fuertes inversiones en electrificación, cuya cobertura ahora alcanza el 98 por ciento del territorio del país.
Además, se acometió una diversificación de la producción de energía, hoy una combinación de energía hidroeléctrica, petróleo, biomasa, energía geotérmica (extraída de los volcanes aún activos), y energía solar y eólica. Con la democratización del acceso a la energía, con menores aranceles y la implementación de aranceles sociales, la economía del país recibe un fuerte impulso, especialmente la economía rural, con una mayor producción de alimentos, haciendo que Nicaragua alcance, en 2017, la autosuficiencia en la producción de alimentos, convirtiéndose en un importante exportador para Centroamérica, Venezuela y también Estados Unidos, que compran carne, café y oro a los nicaragüenses.
Para que la agricultura diera un salto -Nicaragua es un país con poco peso industrial- también fue necesario construir una infraestructura logística para transportar la producción. Las inversiones estatales llevaron al país a contar con la red de carreteras más grande y calificada de toda Centroamérica, un total de 25,000 km de caminos pavimentados, y en muchos casos duplicados e incluso iluminados, como el camino que conecta Managua con León, una de las grandes ciudades y centro universitario. Las carreteras pavimentadas y modernas unen casi el 100 por ciento de los 143 municipios del país. Otro gran esfuerzo prioritario del modelo de inclusión es democratizar el acceso al agua potable, que ya llega al 97 por ciento.
De hecho, se ha superado la interconexión de la costa pacífica con la costa caribeña, que estaba completamente aislada del país, accesible sólo por vía aérea lo que permite atravesar el país en automóvil desde el Caribe hasta el Pacífico.
El agua potable, ya es prácticamente accesible a toda la población en Nicaragua. Cabe recordar que Brasil tiene 35 millones de brasileños sin acceso a agua potable y sólo el 48 por ciento de una de las economías más grandes del mundo tiene saneamiento básico.
Nicaragua es reconocida por estar entre las 5 naciones del mundo que registran la mayor equidad entre mujeres y hombres. De hecho, en estas últimas elecciones, una ley exigía que hubiera un 50% de candidatas y un 50% de candidatos, con la nominación de las mujeres en primer lugar en las papeletas de votación.
En la Asamblea Nacional, el parlamento del país, ha existido desde hace mucho tiempo paridad entre hombres y mujeres, así como en la composición de los cargos ministeriales. En las políticas para incentivar la participación protagónica de las mujeres en la economía, especialmente en el cooperativismo, existe una focalización consciente del financiamiento estatal para proyectos liderados por mujeres, una forma concreta de combate al patriarcado, herencia colonial combatida por el sandinismo, que tuvo la participación efectiva de las mujeres en la Revolución.
El golpe derrotado de 2018
Ante este modelo de desarrollo Estados Unidos intentó un golpe de Estado en Nicaragua, utilizando un guión ya probado en Venezuela, (¡donde también fueron derrotados!), recurriendo a las guarimbas, acciones violentas en la calle, bloqueo de avenidas y caminos, incendios de instalaciones estatales más utilizadas por la población.
Así fue que, con cualquier pretexto, jóvenes financiados desde el exterior, se lanzaron a bloquear avenidas y caminos, se presentaron armados en manifestaciones, no instalando francotiradores en regiones aledañas para apuntar a miembros de la policía sandinista. Inmediatamente, justo al inicio de las manifestaciones, ya había jóvenes de universidades privadas, especialmente en los barrios más ricos de Managua, La Rotonda, participando en las calles, apareciendo de la nada, casi automáticamente, pidiendo la renuncia de Ortega.
El gobierno intentó crear mesas de negociación para encontrar una salida a una crisis que duró más de tres meses, con más de un centenar de muertos, entre ellos policías sandinistas agredidos por grupos armados ilegalmente.
Las universidades públicas fueron quemadas, pero las universidades privadas no. Se quemaron puestos de salud, se destruyeron, prendieron fuego a reservas de medicamentos que se distribuyen gratuitamente, funcionarios públicos fueron blanco de violencia y tortura por parte de estos grupos mercenarios que, al mejor estilo terrorista aplicado en Siria, Libia, Venezuela, buscaban cómo sembrar el terror, mientras los medios capitalistas, a nivel mundial, hacían su parte acusando al gobierno sandinista de dictadura.
La participación de la Iglesia Católica en este episodio fue lamentable, con los eclesiásticos permitiendo el uso de instalaciones, incluyendo torres de iglesias y colegios, para apoyar a grupos armados, como base para sus acciones contra las masas sandinistas.
Toda esta situación apuntaba precisamente a no realizar las elecciones de noviembre de 2021. El golpe de 2018 fue derrotado pero la tensión se mantuvo en el aire. La conspiración de la derecha empresarial vinculada a Estados Unidos siguió en alza, se multiplicaron los ataques internacionales contra los sandinistas.
Tolerancia cero para la conspiración golpista
No sorprende cuando Joe Biden ordena a la OEA que desate una campaña para deslegitimar las elecciones presidenciales de Nicaragua. Lo que sorprende es cuando esta campaña mediática contra un país de solo 6,3 millones de habitantes, invadido varias veces por Estados Unidos, incluso con el ejército estadounidense interviniendo en los procesos electorales, encuentra eco en las filas progresistas.
Los medios de propaganda se están lanzando ahora contra Nicaragua, porque no aceptan su soberanía, su independencia y su modelo de inclusión social. ¿No son estos mismos medios organizadores de la guerra mediática, como la revista Forbes, que acusó a Fidel Castro de multimillonario, los que ahora se lanzan contra Nicolás Maduro, y Daniel Ortega? Realmente sorprende que sectores progresistas de países que están perdiendo sus empresas estatales, sus derechos laborales, su bienestar público, se atrevan a criticar a los sandinistas.
Hay que subrayar, además, los avances en la transformación agraria y la capacidad del gobierno de tener un control efectivo sobre la pandemia Covid 19, con cerca de 230 muertos y sólo 15 mil contagiados. Eso es gracias a un sistema de salud comunitario y participativo. Hubo una intensa movilización popular, se convocó a las familias que respondieron al llamado el Ministerio de Salud a tomar las medidas preventivas necesarias.
En Nicaragua, la votación no es obligatoria
La victoria del pueblo nicaragüense, que realizó una fiesta cívica el 7 de noviembre, sin disturbios, con una preparación logística envidiable, con 230 mil fiscales electorales y policías que fueron seleccionados a través de pruebas, en las que debían acreditar conocimiento de la historia de Nicaragua, de la Constitución, de la Legislación Electoral, para el ejercicio del cargo.
Observadores de Estados Unidos y Canadá siguieron las elecciones, visitaron los colegios electorales, hablaron con ciudadanos de todos los colores, hablaron con partidos de oposición, y pudieron demostrar la equidad de la elección, la tremenda participación popular en el orden y la tranquilidad, superando el miedo a amenazas, muchos viajando con botes o caballos, otros caminando largas distancias en el campo para ejercer su conscientemente su derecho de voto consciente. Al final del proceso electoral, ciudadanos estadounidenses y canadienses lanzaron una carta pública impugnando a Joe Biden por sus declaraciones no comprobadas, emitidas incluso antes del cierre del proceso electoral. Declaraciones agresivas, irrespetuosas y amenazantes contra Nicaragua.
No hubo sorpresa en relación al triunfo sandinista, con el 75% de los votos válidos y una participación del 65% del electorado en condiciones de votar, aún cuando el voto no es obligatorio y, sobre todo, teniendo en cuenta la campaña de Estados Unidos en favor de la abstención.
La derecha de Nicaragua se ha dividido y una parte de ella ha apoyado a los partidos conservadores, siendo el más votado el Partido Liberal Constitucionalista, – una asociación conservadora, existente desde hace décadas, que formó parte de los gobiernos neoliberales que demolieron temporalmente los logros de la Revolución Sandinista.
Lo que sorprende es ver al Partido Socialista Obrero Español (PSOE) no reconocer la legitimidad de la elección de Daniel Ortega y, en cambio, no condenar al presidente de Brasil, Jair Bolsonaro sumado a las campañas mediaticas mentirosas en las que participaron los Verdes, los pronunciamientos del Parlamento Europeo, etc.
Los partidos miembros del Foro de São Paulo, incluido el PT, que recientemente suscribieron declaraciones en defensa de la Nicaragua sandinista, deben debatir sobre el carácter democrático y progresista de las transformaciones sociales que operan en ese Nicaragua. Este país centroamericano no engrosa las caravanas de refugiados que se dirigen a Estados Unidos, por el contrario, recibe regularmente visitas de ciudadanos hondureños y panameños, quienes contratan autobuses para ir a territorio nicaragüense y poder beneficiarse de su sistema de salud así como tener acceso a medicamentos, que, en sus países, resultan difícil de adquirir por su alto costo.
Guerra mediática
La guerra mediática contra Nicaragua es implacable. La oposición conservadora tiene sus medios de comunicación funcionando sin tregua, acusan a los sandinistas de dictadores, como lo hacen contra el gobierno de Maduro en Venezuela. Lo sorprendente es que estas manipulaciones influyan incluso en periodistas progresistas, que empiezan a tomar como referentes las líneas editoriales de los grandes conglomerados mediáticos empresariales en Estados Unidos, como CNN, New York Times o la española El País. Es necesario abrir un debate de ideas en el campo progresista, donde también se incluya la crítica a lo que haya que corregir. Pero, hay que tener en cuenta que los gobiernos populares, en cualquier lugar, son blanco de una implacable campaña de desinformación.
El mensaje enviado al mundo por las masas sandinistas, a través del voto consciente, contribuye, en gran medida, a estimular las fuerzas de izquierda y también a discutir, en todo el mundo, en términos más concretos sobre las tareas indispensables para promover y asegurar los logros de los gobiernos populares.